miércoles, 22 de julio de 2015

REDIMIDOS ETERNAMENTE





La realidad de la sangre de Cristo como medio de expiación por el pecado, tiene su origen en la ley  de Dios dada a Moisés también conocida por el pueblo Hebreo  como Ley mosaica.  Una vez al año, el sacerdote debía hacer una ofrenda de la sangre de animales sobre el altar del templo por los pecados del pueblo. “Y según la ley, casi todo es purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón.” Hebreos 9:22 Pero esta era una ofrenda de sangre que estaba limitada en su efectividad, por lo que tenía que ser ofrecida una y otra vez. Una vez que fue hecho ese sacrificio, ya no hubo necesidad de la sangre de toros y machos cabríos.
 La sangre de Cristo es la base del Nuevo Pacto. La noche anterior a Su crucifixión, Jesús ofreció la copa de vino a Sus discípulos diciendo, “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por vosotros” De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. Lucas 22:20
Al verter el vino en la copa, simbolizaba la sangre de Cristo que sería derramada por todos los que creerían en Él. Cuando Él derramó Su sangre en la cruz,  eliminó  la exigencia del Antiguo Pacto del  continuo sacrificio de animales.  Esa sangre no era suficiente para cubrir los pecados del pueblo, excepto de una manera temporal, porque el pecado contra un Dios santo e infinito,  requiere un sacrificio santo e infinito. “Pero en esos sacrificios hay un recordatorio de pecados año tras año. Porque es imposible que la sangre de toros y de machos cabríos quite los pecados.”
Mientras que la sangre de toros y machos cabríos era  un “recordatorio” del pecado, “la sangre preciosa de Cristo, un cordero sin mancha o defecto.”  1 Pedro 1: 19, pagó totalmente la deuda del pecado que debíamos a Dios, y ya  no necesitamos más sacrificio por el pecado. Jesús dijo, “¡Consumado es!” mientras Él moría, y con eso quiso decir que – la obra completa de redención fue hecha para siempre,  “habiendo obtenido redención eterna” para nosotros, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Hebreos 9:12

Pastor Gregorio García.

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