La realidad
de la sangre de Cristo como medio de expiación por el pecado, tiene su origen
en la ley de Dios dada a Moisés también
conocida por el pueblo Hebreo como Ley mosaica. Una vez al año, el sacerdote debía hacer una
ofrenda de la sangre de animales sobre el altar del templo por los pecados del
pueblo. “Y según la ley, casi todo es purificado con sangre, y sin
derramamiento de sangre no hay perdón.” Hebreos 9:22 Pero esta era una ofrenda
de sangre que estaba limitada en su efectividad, por lo que tenía que ser ofrecida
una y otra vez. Una vez que fue hecho ese sacrificio, ya no hubo necesidad de
la sangre de toros y machos cabríos.
La sangre de Cristo es la base del Nuevo
Pacto. La noche anterior a Su crucifixión, Jesús ofreció la copa de vino a Sus
discípulos diciendo, “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es
derramada por vosotros” De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa,
diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se
derrama. Lucas 22:20
Al verter
el vino en la copa, simbolizaba la sangre de Cristo que sería derramada por todos
los que creerían en Él. Cuando Él derramó Su sangre en la cruz, eliminó
la exigencia del Antiguo Pacto del
continuo sacrificio de animales. Esa
sangre no era suficiente para cubrir los pecados del pueblo, excepto de una
manera temporal, porque el pecado contra un Dios santo e infinito, requiere un sacrificio santo e infinito. “Pero en
esos sacrificios hay un recordatorio de pecados año tras año. Porque es imposible
que la sangre de toros y de machos cabríos quite los pecados.”
Mientras que la sangre de toros y machos cabríos era un “recordatorio” del pecado, “la sangre preciosa
de Cristo, un cordero sin mancha o defecto.”
1 Pedro 1: 19, pagó totalmente la deuda del pecado que debíamos a Dios,
y ya no necesitamos más sacrificio por
el pecado. Jesús dijo, “¡Consumado es!” mientras Él moría, y con eso quiso
decir que – la obra completa de redención fue hecha para siempre, “habiendo obtenido redención eterna” para
nosotros, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia
sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido
eterna redención. Hebreos 9:12
Pastor
Gregorio García.

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