martes, 5 de mayo de 2015

LA GRACIA DE DIOS




La palabra de Dios en el libro de  Juan 1:17 dice: "Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y verdad vinieron por medio de Jesucristo".  La ley vino de Dios. La ley es santa, justa y buena; fue dada por medio de Moisés, un hombre terrenal. En contraste a eso, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo, el hombre celestial, que no es de la tierra, sino del cielo.

Romanos 3:20 dice: "Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él, porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado". Mas, ¿qué dice la gracia?: en el libro de Romanos 5:1 "Justificados pues por la fe tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo". 

Este es el propósito de la ley: alumbrarnos de que, humanamente, somos incapaces en nosotros mismos  de cumplir las demandas de Dios. Sin embargo, el pueblo judío no lo entendió así. Aún más, ellos se gloriaban en la ley. Y la ley no cumplió su objetivo en ellos; más bien, los cegó para no conocer su propia realidad, su propia naturaleza. La voluntad de Dios es que los hombres se conozcan pecadores, incompetentes para responder a las justas demandas de Dios, de manera que a través de  Jesucristo venga a nosotros - la gracia y la verdad.

La gracia de Dios consiste en aquella virtud suya de poder dar algo a cambio de nada. Tener gracia implica tener solvencia para poder entregar algo a cambio de nada. Y esta solvencia, esta capacidad, esta virtud, está en Dios. Dios tiene la capacidad de dar a cambio de nada. Esta gracia está en Dios, y es abundante; es una riqueza muy grande.

Para alcanzar la gracia de Dios, para que un hombre y una mujer se puedan apropiar de ella, primeramente tienen que ser convencidos por el Espíritu Santo de que nada pueden hacer en sí mismos para agradar a Dios. De manera que los que reciben la abundancia de la gracia son aquellos hombres y mujeres que se saben incompetentes y son capaces de reconocer sus faltas, sus debilidades y que por sus propias fuerzas y virtudes no pueden ser justificados delante de Dios.

Somos justificados solo por su gracia, por ese regalo inmerecido somos justificados y solo a través de la Fe porque creemos que Él es Dios, Él es bueno, es justo y verdadero.

Pastor Gregorio García


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